sábado, 19 de octubre de 2013

SIEMPRE LA LUNA

Sucede a veces que nada de lo que te digo es real y dejo que la fantasía fluya chocándose constantemente con la realidad. ¿De qué color son tus paredes? Y me da igual sin son blancas, grises o negras, mis manos siguen acariciándolas, cerrando los ojos y buscando la esencia de los misterios más profundos que guardan sus leyendas, quizás, algún día aprenda a comprenderte, escucharte y amarte por encima de todo...


Te miro, te respiro, te acaricio, te beso y cierro los ojos, solo con sentir que estás ahí me basta y no solo estás sino que me abrazas y yo solo pienso en lo dulce que es la ilógica vestida de locura y lo irracional que puede ser la vida, tan llena de ti.

Sigo observando tu alma y tu ser, ellas cogen mi cara entre sus manos y me hablan, aunque no entiendo lo que dicen. Cierro los ojos por si así escucho mejor y cuando los vuelvo abrir descubro que ya no están, sigo inmóvil durante un segundo, dos, tres, hasta que la Luna me llama para seguir caminando con ella.

Tardé tanto en construir mis murallas y mi noche, que salir de allí se me hace un mundo, precisamente, el mismo que me reclama y del que soy preso sin compasión de sus misterios.

Sé que tú me entiendes.

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