viernes, 9 de julio de 2010

INTIMIDAD

Llegas a la intimidad y como si de una desconocida se tratase te detienes a mirarla, posas las palmas de tus manos en su piel y sientes la textura que la envuelve, cierras los ojos y respiras su aire, sintiéndola, si es posible, aún más intima...

Lo relativo a la intimidad es la desnudez, sentir un cuerpo desnudo es lo más íntimo de rozar un alma sin vestidos, tú vuelves a cerrar los ojos y respiras cada milímetro de su piel saboreando sus pulsaciones, ¿será real? Suave, tan suave como los besos en la noche de los sueños, tan dulce como los gemidos mordidos elevando la curvatura de la espalda, tan extraño como la grandeza de la intimidad misma en su esencia.

Quizás, no supe escuchar bien, ¿Qué te dice lo íntimo en la intimidad? Demasiados secretos para ser desvelados en una sola noche, demasiadas complejidades que se visten de sencillos susurros. Las miradas cambian, las lágrimas reflejan el corazón. De cara a la pared como si la cosa no fuese conmigo, miro a mi derecha y estiro mi brazo como si quisiese alcanzar algo, algo que nunca llego a alcanzar, la lejanía, también es íntima.

¿Para qué decir nada? Si el silencio es lo más íntimo que siempre has alcanzado a rozar con la punta de los dedos y sus guiños alumbrados por las estrellas son los únicos que te quisieron arropar noche tras noche, en la intimidad de lo íntimo, en la quietud de la mudez, en privado, en secreto.

¿Quién lo entiende?