sábado, 26 de noviembre de 2011

BAJO LA LLUVIA

Existen fuerzas en el universo que no se controlan, llegan hacia ti, te inundan como si fuesen un huracán y con excitación agitan todos tus sentidos, elevándote a una dimensión que ni siquiera sabias que existía.


Puedes plantearte cien cosas distintas en la cabeza, pero no quieres hacerlo, solo alzas las manos hacia el cielo reclamando cada gota de agua que cae y saborearlas como si nunca más volviesen aparecer en tu vida. Caen, caen y no dejan de caer y sabes perfectamente que formas parte de algo que es real y es el momento de empezar a vivir, con miedo o sin él, pero a vivir.


De la nada creas todo, y cada pedacito empieza a diferenciarse del resto formando una figura que junto a otra forman otra figura más grande, más hermosa, más preciosa, llena de algo que no tiene nombre y solo se siente, se palpita, se saborea, se respira, se besa... y es justo en ese instante cuando lleno de suspiros me desespero por no tener algo lógico entre mis manos que puedan explicar esa nada y ese todo... yo lo llamo inmensidad.

Si… inmensidad, explosión, grandeza, fuerza, pasión, deseo, locura... y, ¿qué más da? Sé que tendré que inventarme una palabra nueva para llamar algo que no quiero nombrar, que no quiero reducirlo a unas letras escritas que ni si quiera llegarán a significar lo que perfectamente puedo expresar con una sola mirada, con una sola caricia, con un solo abrazo lleno de escalofríos revoltosos y traviesos que se pasean con gusto por todas mis venas, por toda mi sangre, por todos mis nervios impulsando algo inmenso.

La ilógica, nunca antes había sido tan bonita, empiezo a ser consciente de que todo no tiene por qué tener un nombre, además, siempre me he expresado mejor con la escritura y quizás sea ella, quien pueda explicar mejor todo...

Yo me quedo debajo del agua... tan inmenso como ella, tan grande como tú.


sábado, 12 de noviembre de 2011

REFLEXIONES DESDE EL ESCRITORIO

Dicen que cuando te enfrentas a una hoja de papel en blanco consigues ser libre completamente por unos instantes. El problema aparece cuando sin darte cuenta, empiezas a descubrir cadenas encima de ti que te impiden ser libre.

¿Quién pone esas cadenas? ¿Acaso soy yo mismo? No sé si algún día encontraré la respuesta a esas preguntas, porque son cadenas ya tan viejas que no recuerdo el día en que las estrené.


Ni un minuto más, ni un minuto menos quiero volver a enamorarme de las metáforas perdidas, reconciliarme con algún elemento extraño, el cual no he tenido el placer de conocer, pero del que sin embargo estoy más que enfadado. Una vida imaginaria.


No eres tú, soy yo. Quiero vivir mi propia aventura y dejar de arrepentirme por no hacer cosas que quiero hacer y no puedo, pero es muy difícil que te den esa oportunidad. La suerte quiso escabullirse, nunca te da nada completamente completo.


El elemento más esencial de la vida es ... mi alma, y quiero encontrarla de nuevo entre las letras que se ahogaron en su propia tinta para tardar demasiado tiempo en volver.


Así lo deseo fervorosamente.