Creo que las personas no somos raciocinio puro y duro, aunque luchemos por conseguirlo o aparentarlo. Los sentimientos o las emociones no siempre se ajustan a lo que “debería ser” según la lógica. Muchísimas veces sentimos y pensamos de manera contradictoria y creo que es hora de admitirlo. Si las montañas rusas emocionales son intrínsecas a la naturaleza humana, desde mi punto de vista… ¿por qué las negamos?
En cualquier relación la irracionalidad y la locura del sentir está presente y aceptarla, poder expresarla en ocasiones e integrarla en la relación, puede que permita una calidad superior a la que se tiene cuando se juega a ser como “toca ser”, “como tú quieres que sea”, “como creo que debo ser siempre” o “como creo que te gusta a ti”.
Supongo que el truco está en encontrar el equilibrio... ni siempre ni nunca.
Ciertas personas próximas me han enseñado algo de esto a lo largo de mis relaciones. Callar a veces está muy bien, pero lo importante es decidir cuándo, teniendo en cuenta que uno mismo es lo más importante. No callar siempre te permite levantar un poquito las barreras, mostrar tu yo más irracional.
Opino que cuando se puede disfrutar de un espacio en el que volcar cada una de las partes de uno mismo sin mayor consecuencia que la aceptación, se crece como persona.
Seguiré pensando en todo esto…